Fue aquella tarde de un lunes santo en la que te sentí de una forma muy especial,distinta a otras, en la que te vi más cerca que nunca, señor,tan cerca que rompí un dedo de esa mano que la ánguila dejas caerpara atenderla a cuanto suavemente la acariciamos en momentos de intimidad,o nos agarramos a ella como a clavo ardiendo cuando creemos no tener salida a nuestros problemas.Aquel lunes santo no me atreví a decirlo a nadie,e hice la estación de penitencia agarrado a ti con mis dos manos,llevando en la izquierda la manigueta y guardando con todas las fuerzas del corazón en la otraaquel pedazo de mi Cristo roto.Y cubierto por el antifaz, con la vista nublada y dejando volar mi imaginación,comprendí como nunca tus penas, madre mía,y quise ser pañuelo que enjugar a esas siete lágrimasque como siete puñales de dolor cruzan tus mejillas,y quise sentir el sabor de la sal para beberme el llanto que de tus ojos brota.Pero a los pocos días, cuando aquel pedazo de mi Cristo volvía a encajar en su mano,me di cuenta que tú seguías con tus penas,que mi imaginación y mis deseos no servían para nada,porque Cristo, el Cristo total, continuaba roto.Yo quisiera en este momento volver a agarrarme con mis dos manos a las tuyaspara sentir de nuevo tu vida y no tu muerte, Señor.Cristo de la caridad, que me dio envuelto en una blanca sábana,¿sigues trayendo el amor al mundo?Tú que eres el amor, llévanos por el camino de la unidad,porque somos nosotros los que día a día te seguimos rompiendo con nuestros egoísmos,rompiendo con nuestras intransigencias, rompiendo con nuestro afán de protagonismo,rompiendo con nuestras envidias.¿Por qué estás roto, Cristo?Si Cristo vive, tú vives en el corazón de cuantos el lunes santo sabemos que tu muerte nos dio la vida.Tú escuchas a los que suplicantes te llamamos cuando nos acechan mal,tú hablas a la conciencia de aquello que nos identificamos con tu palabra.Cristo de la caridad, ¿quién puede verte muerto?Tú no estás muerto, Señor, porque aún molestas a muchos vivos.Por esto, Cristo mío, déjame gritarle a Sevilla con la voz y con el ímpetu de mi joven corazónque Cristo no está muerto, Cristo vive.